Sacramento: Unción de los enfermos.
Llamado también Santos Óleos.
La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas, más graves que aquejan la vida humana en la enfermedad el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. CIC 1500.
La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios.
Puede también hacer a las personas más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse a lo que es. Con mucha frecuencia la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él. CIC 1501.
La enfermedad nos hace caer en cuenta de nuestra condición, nos desploma de nuestros pedestales, a veces el Señor nos hace un toque para recordar nuestra debilidad. Podemos llegar a pensar que la enfermedad y la ancianidad nunca van a llegar.
Ella es un recordatorio la limitación humana, tenemos que ser humildes. “El señor le dijo a Pedro: Cuando eras joven tú mismo te sentías e ibas donde querías pero, cuando seas viejo otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras ir.” Juan 21,18.
La unción de los enfermos es el sacramento de la sanación. Toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor ellos son privilegiados. El enfermo fue lo principal preocupación y ocupación del señor en ellos expresó con cariño y su misericordia, fue a través de ellos que Jesús reveló la misericordia de Dios padre en ellos en su cercanía, las curaciones que realizó, los enfermos fueron escenario principal donde Jesús quiso revelar el amor de Dios hacia el hombre por eso la Iglesia con un solo corazón reza por sus enfermos.
La iglesia cree y confiesa que entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar especialmente a los atribulados por la enfermedad: La unción de los enfermos.
Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro señor como un sacramento del nuevo testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos, y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago Apóstol 1511.
El Señor resucitado renueva este envío (En mi nombre impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien Mc. 16, 17-18) y lo confirme con los signos que la iglesia realiza invocando su nombre. Estos signos manifiestan de una manera especial que Jesús es verdaderamente “Dios que Salva” CIC. 1507.
No obstante, la Iglesia apostólica tuvo un rito propio en favor de los enfermos, atestiguado por Santiago:” Está enfermo alguno de vosotros?” Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren por Él y le unjan con los oleo en el nombre del Señor y la oración de la Fe. Salvará al enfermo y el Señor hará que se levante y si hubiera cometido pecados le serán perdonados. (St. 5,14-15)
La tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia. CIC. 1510.
Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados: vino a curar al hombre entero, almas y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan. Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt. 25,36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de
suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren. CIC 1503
La constitución apostólica “Sacram Unctionem infirmorum” del 30 de noviembre de 1972, de conformidad con el Concilio Vaticano II, estableció que, en adelante, en el rito romano, se observará lo que sigue:
El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los gravemente enfermos uniéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o, según las circunstancias con otro aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras: “Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el señor con la gracia del espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda, la salvación y te reconforte en tu enfermedad”. CIC. 1513
La unción de los enfermos “no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez”. CIC 1514.
Si un enfermo que recibe la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan. CIC 1515.
¿Quién administra este sacramento?
Solo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son ministros de la unción de los enfermos, es deber de los pastores instruir a los fieles sobre el beneficio de este sacramento. Los fieles deben animar a los enfermos para recibir el sacramento .y que los enfermos se preparen en buenas disposiciones, con la
ayuda de su pastor y de toda la comunidad eclesial a la cual invita a acompañar muy especialmente a los enfermos con sus oraciones y sus atenciones fraternas. CIC.1516.
Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, “uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios”. Cuando celebra este sacramento, La Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, por la gracia de este sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre. CIC.
1522. 1519:
Para ungir el enfermo se hace con aceite de oliva, tiene una oración de consagración especial para óleos de los enfermos, este aceite debe ser bendecido por un obispo en una celebración solemne, en algunos de los casos se hace en las cercanías de las resurrección de cristo.
Efectos de la celebración de este sacramento.
Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un
don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte. Esta asistencia del señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios. CIC. 1520.